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07 julio, 2018

XLV


"Los viejos despotismos se limitaban a encerrar al hombre en la vida privada; los del nuevo cuño prefieren que no tenga sino vida pública. 
Para domesticar al hombre basta politizar todos sus gestos."
—Nicolás Gómez Dávila
Imagen: Marcha del 'orgullo LGTB' (Madrid, 2016).

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09 mayo, 2018

XLIII: Ideólogos de la Revolución (III)


"Ninguna mujer debería estar autorizada a quedarse en casa y criar a los hijos. La sociedad debería ser completamente diferente.
Las mujeres no deberían tener esa opción, precisamente porque si existiese, demasiadas mujeres la elegirían.
Es una manera de obligar a las mujeres a ir en una dirección concreta."
—Simone de Beauvoir ("Diálogo con Simone de Beauvoir", Betty Friedan)

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03 febrero, 2018

Textos (I): Alexis de Tocqueville


"...Quiero imaginar bajo qué rasgos nuevos el despotismo podría darse a conocer en el mundo; veo una multitud innumerable de hombres iguales y semejantes, que giran sin cesar sobre sí mismos para procurarse placeres ruines y vulgares, con los que llenan su alma.Retirado cada uno aparte, vive como extraño al destino de todos los demás, y sus hijos Y sus amigos particulares forman para él toda la especie humana: se halla al lado de sus conciudadanos, pero no los ve;los toca y no los siente; no existe sino en sí mismo y para él sólo, y si bien le queda una familia, puede decirse que no tiene patria.

Sobre éstos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga sólo de asegurar sus goces y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejaría al poder paterno, si como él tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su felicidad, mas pretende ser el único agente y el único árbitro de ella; provee a su seguridad y a sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su industria, arregla sus sucesiones, divide sus herencias y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir.

De este modo, hace cada día menos útil y más raro el uso del libre albedrío, encierra la acción de la libertad en un espacio más estrecho, y quita poco a poco a cada ciudadano hasta el uso de sí mismo. La igualdad prepara a los hombres para todas estas cosas, los dispone a sufrirlas y aun frecuentemente a mirarlas como un beneficio.

Después de haber tomado así alternativamente entre sus poderosas manos a cada individuo y de haberlo formado a su antojo, el soberano extiende sus brazos sobre la sociedad entera y cubre su superficie de un enjambre de leyes complicadas, minuciosas y uniformes, a través de las cuales los espíritUs más raros y las almas más vigorosas no pueden abrirse paso y adelantarse a la muchedumbre: no destruye las voluntades, pero las ablanda, las somete y dirige; obliga raras veces a obrar, pero se opone incesantemente a que se obre; no destruye, pero impide crear; no tiraniza, pero oprime; mortifica, embrutece, extingue, debilita y reduce, en fin a cada nación a un rebaño de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobernante.

Siempre he creído que esa especie de servidumbre arreglada, dulce y apacible, cuyo cuadro acabo de presentar, podría combinarse mejor de lo que se imagina con alguna de las formas exteriores de la libertad, y que no le sería imposible establecerse a la sombra misma de la soberanía del pueblo."

Alexis Henri Charles de Clérel, vizconde de Tocqueville
"La democracia en América" Parte II, Libro IV, Cap. VI: 'Qué tipo de despotismo deben de temer las naciones democráticas' (1840)

14 julio, 2017

XXV: Ideólogos de la Revolución (I)


"...En consecuencia el ciudadano no es juez del peligro a que la ley lo expone, y cuando el soberano le dice: "Es conveniente para el Estado que tú mueras” debe morir, puesto que bajo esa condición ha vivido en seguridad hasta entonces, y su vida no es ya solamente un beneficio de la naturaleza, sino un don condicional del Estado."
—Jean-Jaques Rousseau; El contrato social, libro II, cap. V.

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